En este capítulo de Romanos 9, Pablo comienza, claro está
expresando profundamente su sentimiento, es decir, está conmovido por la
necesidad de que el pueblo judío entienda, y comprenda la necesidad de creer en
Cristo Jesús, Pablo tiene su corazón consternado y desea que Israel conozca la
verdad en el Señor. Tanto así que si es posible él mismo se pondría como
anatema para que Israel le conozca, él mismo sería como algo despreciable para
Dios con tal de que este pueblo judío conozca las buenas nuevas. El escribe
esto incluso expresa: “…no miento, y mi
conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y
continuo dolor en mi corazón, porque deseara yo mismo ser anatema, separado de
Cristo por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne…”.
Ciertamente Pablo es de nacionalidad Romana, al ser llamado por Jesucristo, es
injertado en el pueblo santo de Dios, por lo que su vida es transformada en un
hermano de los israelitas, y si vamos más profundamente Pablo tiene sus raíces
judías ya que es miembro de la tribu de Benjamín. Razón hay para sentir tanto
dolor por los israelitas que no quieren aceptar la Palabra de verdad, por
sentir tanto dolor por sus propios hermanos.
Si hacemos una comparación con el día de hoy, nosotros los costarricenses
nos caracterizamos por ser afables, sociables, ayudadores de los más
necesitados, con una conciencia no tan corrupta por las corrientes externas,
somos amantes de nuestra idiosincrasia y nos resistimos a los cambios que
pueden atentar contra nuestra moral social, política y económica. Este país lo
conformamos alrededor de un 13,8% de cristianos, y si entre todos somos unos 4 872
000 habitantes, entonces este porcentaje representa aproximadamente 672 336
cristianos. Y si pensamos que cada uno tiene el corazón de Pablo para con su
pueblo, es decir, si cada uno de nosotros que nos declaramos cristianos deseamos
ser anatemas ante Dios con tal de que Costa Rica se convierta a Cristo, ya que
nos referimos a nuestros propios hermanos conciudadanos, en este momento esta
cifra la estaríamos doblando.
Pablo nos dice que es con el corazón con el que debemos comenzar
a llevar el evangelio, preocupándonos por los que no conocen de Cristo. Enseñándoles
la verdad. Aunque incluso muchos que no son cristianos, dicen creer en nuestro
mismo Dios, pero si eso es así, entonces deberían recibir las enseñanzas de la
Palabra de Dios. Y ellas son despejadas en cuanto a que es Cristo el único
mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5). Pero claro está que hay una
gran diferencia, nosotros hemos renunciado a todo tipo de idolatría, incluso
debemos luchar para no crear ídolos de nuestros pastores ya que esto es
blasfemo ante el Dios Santo (Deuteronomio 5:7-9). Entonces como dice Jesús, no
todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos (Mateo 7:21).
Hay algo muy importante y es que nosotros nos guiamos por la Biblia que es la
Palabra de Dios, vamos más profundo, la Biblia es la enseñanza que Dios dejó
para que fuera esa espada que penetra hasta lo más profundo, transformando
nuestros corazones, haciéndonos ver toda nuestra vida desde las esferas sociales
hasta nuestras maneras todas distintas de pensar, así como la ayuda para los
momentos de tristeza y de alegría, en fin es la Palabra de Dios. Cosa que no
sucede con todos los que dicen ser cristianos.
Pablo
entonces afirma que la Palabra de Dios no ha fallado, sino que aunque todos
supuestamente pensamos o decimos que creemos en un solo y en el mismo Señor
Dios, no todos tenemos el pleno convencimiento de lo que estamos diciendo y
mucho menos haciendo lo que Dios quiere que hagamos por medio de lo que nos ha
mandado a través de sus dichos que están escritos en el libro sagrado.