martes, 4 de noviembre de 2014

COMENTARIO

En este capítulo de Romanos 9, Pablo comienza, claro está expresando profundamente su sentimiento, es decir, está conmovido por la necesidad de que el pueblo judío entienda, y comprenda la necesidad de creer en Cristo Jesús, Pablo tiene su corazón consternado y desea que Israel conozca la verdad en el Señor. Tanto así que si es posible él mismo se pondría como anatema para que Israel le conozca, él mismo sería como algo despreciable para Dios con tal de que este pueblo judío conozca las buenas nuevas. El escribe esto incluso expresa: “…no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón, porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne…”. Ciertamente Pablo es de nacionalidad Romana, al ser llamado por Jesucristo, es injertado en el pueblo santo de Dios, por lo que su vida es transformada en un hermano de los israelitas, y si vamos más profundamente Pablo tiene sus raíces judías ya que es miembro de la tribu de Benjamín. Razón hay para sentir tanto dolor por los israelitas que no quieren aceptar la Palabra de verdad, por sentir tanto dolor por sus propios hermanos.
Si hacemos una comparación  con el día de hoy, nosotros los costarricenses nos caracterizamos por ser afables, sociables, ayudadores de los más necesitados, con una conciencia no tan corrupta por las corrientes externas, somos amantes de nuestra idiosincrasia y nos resistimos a los cambios que pueden atentar contra nuestra moral social, política y económica. Este país lo conformamos alrededor de un 13,8% de cristianos, y si entre todos somos unos 4 872 000 habitantes, entonces este porcentaje representa aproximadamente 672 336 cristianos. Y si pensamos que cada uno tiene el corazón de Pablo para con su pueblo, es decir, si cada uno de nosotros que nos declaramos cristianos deseamos ser anatemas ante Dios con tal de que Costa Rica se convierta a Cristo, ya que nos referimos a nuestros propios hermanos conciudadanos, en este momento esta cifra la estaríamos doblando.
Pablo nos dice que es con el corazón con el que debemos comenzar a llevar el evangelio, preocupándonos por los que no conocen de Cristo. Enseñándoles la verdad. Aunque incluso muchos que no son cristianos, dicen creer en nuestro mismo Dios, pero si eso es así, entonces deberían recibir las enseñanzas de la Palabra de Dios. Y ellas son despejadas en cuanto a que es Cristo el único mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5). Pero claro está que hay una gran diferencia, nosotros hemos renunciado a todo tipo de idolatría, incluso debemos luchar para no crear ídolos de nuestros pastores ya que esto es blasfemo ante el Dios Santo (Deuteronomio 5:7-9). Entonces como dice Jesús, no todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos (Mateo 7:21). Hay algo muy importante y es que nosotros nos guiamos por la Biblia que es la Palabra de Dios, vamos más profundo, la Biblia es la enseñanza que Dios dejó para que fuera esa espada que penetra hasta lo más profundo, transformando nuestros corazones, haciéndonos ver toda nuestra vida desde las esferas sociales hasta nuestras maneras todas distintas de pensar, así como la ayuda para los momentos de tristeza y de alegría, en fin es la Palabra de Dios. Cosa que no sucede con todos los que dicen ser cristianos.
Pablo entonces afirma que la Palabra de Dios no ha fallado, sino que aunque todos supuestamente pensamos o decimos que creemos en un solo y en el mismo Señor Dios, no todos tenemos el pleno convencimiento de lo que estamos diciendo y mucho menos haciendo lo que Dios quiere que hagamos por medio de lo que nos ha mandado a través de sus dichos que están escritos en el libro sagrado.